‘En su secesionismo late un racismo estrafalario’
El historiador y analista especializado en la Segunda República y la Guerra Civil, Pío Moa, recurre a su vasto conocimiento sobre España para desmontar las tesis del presidente de Cataluña.
Quiero recordarle algunas cosas que usted conoce pero prefiere olvidar, y sobre todo hacer olvidar a los demás. En primer lugar, usted está atacando a Cataluña. A la Cataluña real e histórica que, mal que le pese, ha sido y se ha sentido siempre parte de España. No es esta carta una lección de historia, pero sí debo recordarle algunas distorsiones básicas en las que ustedes apoyan su separatismo. La Marca Hispánica –ya el nombre lo dice todo– englobaba el norte de las posteriores Cataluña y Aragón, cuyos habitantes eran conocidos por hispanos o godos, las dos palabras con sentido idéntico entonces, y nunca se sintieron a gusto con el poder franco. Cuando empieza a hablarse de catalanes –en el siglo XII– es en el contexto de las empresas bélicas de la corona de Aragón, de la que formaba parte la naciente Cataluña, que nunca quiso declararse reino y se comprometió, como el resto, en la tarea de la Reconquista. Ni siquiera en el siglo XIV, cuando alcanza su mayor dinamismo, dejó Cataluña de considerarse parte de la corona aragonesa, sin pensar en secesión o independencia. Y también como parte de Aragón se integró en la España reconstituida de los Reyes Católicos. Y así hasta hoy, con el breve período de sumisión a Francia en el siglo XVII, causado por la traición de algunos oligarcas y muy penoso para el pueblo catalán y que redundó en la pérdida de parte del territorio. La Guerra de Sucesión por el trono de España, a principios del siglo XVIII no fue de Secesión, como ustedes intentan hacer creer, sino todo lo contrario; y Casanova, el héroe de las “libertades catalanas” se asombraría de la manipulación grotesca que ustedes han hecho con su persona.
Por cierto, ustedes llaman “libertades catalanas” al régimen feudal más opresivo de España, que por ese carácter motivó guerras civiles, bandidaje endémico y empobrecimiento secular de la región que durante parte del siglo XIV había sido quizá la más próspera de la Península. Precisamente la pérdida de semejantes libertades volvió a abrir paso a la prosperidad a los catalanes, beneficiándose extraordinariamente de la pertenencia a España y beneficiando de paso al resto de ella.
Sus distorsiones han llegado a extremos alucinados como pretender que la última Guerra Civil enfrentó a España con Cataluña. No sólo fue guerra civil entre catalanes, como entre los demás españoles, sino que la mayoría de los catalanes, harta de la siniestra experiencia revolucionaria-separatista, recibió con entusiasmo a los nacionales. Los suyos, señor Mas, no hicieron más que entorpecer con sus aventuritas y usurpaciones el esfuerzo común del Frente Popular, como denunció Azaña; aparte de maniobrar con felonía lo mismo con Roma o Berlín que con Londres o París. Sus paisanos encuadrados en el ejército del Frente Popular mostraron muy poco entusiasmo, mientras que los que lucharon en el bando nacional se portaron a menudo como héroes. Y la abundancia de carteles llamando a los obreros a trabajar duro por la causa prueba justamente que los obreros trabajaban poco por esa causa. Podría señalar mil datos más, demostrativos de las falacias en que ustedes apuntalan sus historias.
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