El apetito inversor por España abre la veda a las fusiones entre «telecos»
Las dificultades financieras de la crisis obligaron a dejar en «stand by» esos planes de concentración. Ahora, con la incipiente recuperación y la renovada confianza en España, hay liquidez abundante y apetito por invertir. «Cualquier decisión de compra se va a tomar fuera de España, y si antes las matrices de las compañías extranjeras frenaban cualquier operación en nuestro país, hoy ya no», explica Augusto Baena, socio de la consultora Oliver Wyman especializado en telecomunicaciones.
Y en España, a los fondos de inversión accionistas de las «cableras» —Ono, Euskaltel, R y Telecable— les ha llegado la hora de rentabilizar su inversión inicial, por lo que han colgado a esas compañías el cartel de se vende. El atractivo de los operadores vasco, gallego y asturiano está en que, al menos los dos primeros, tienen una cuota de mercado en sus regiones de más del 50%.
El mercado da casi por descontado, salvo sorpresas de última hora, que Telefónica, pese a sus estrechos acuerdos comerciales y de infraestructuras con Yoigoy Jazztel —el mercado los interpreta incluso como una suerte de compra encubierta—, no participará en el proceso. Eso sí, fue el antiguo monopolio el que, en parte, ha propiciado esta previsible oleada de fusiones, cuando en septiembre de 2012 lanzó su oferta «Fusión», que integra los servicios de telefonía fija, móvil, acceso a internet de banda ancha y televisión.
Esto ha obligado a todas las compañías a estar presente en todos esos segmentos para no ceder cuota de mercado. Prueba de ello es el interés de Vodafone por Ono, adquisición con la que obtendría una extensa red de banda ancha fija que ahora no tiene. De cerrarse, Orange, su inmediato competidor, quedaría en una situación de desventaja frente al grupo británico que le obligaría a mover ficha. Todas las quinielas apuntan a que su objetivo sería Jazztel, pero su oferta presentaría debilidades. Según los analistas, las sinergias de la fusión serían bajas y, además, el grupo galo tendría que vender activos para poder financiarla.
Por eso, en el sector no se descarta que finalmente Orange se quede sola y Jazztel, fuerte en ADSL y fibra óptica pero débil en telefonía móvil, pase a ser comprador, lanzándose a por otro jugador, Yoigo. Con esa adquisición se haría con una red móvil propia, negocio que ansía. De hecho, buena parte de su actual política comercial consiste en conseguir que sus clientes de ADSL contraten también sus servicios móviles.
Otro de los incentivos para abordar esa concentración son las necesidades de inversión en las nuevas redes, tanto móvil (4G) como fija (fibra óptica), difíciles de afrontar teniendo en cuenta que los ingresos del sector acumulan cinco años a la baja y que algunos operadores registran ya «números rojos» en su caja operativa. Hasta ahora, para esquivar ese obstáculo, las «telecos» venían firmando acuerdos de compartición de sus despliegues, como el de Telefónica con Jazztel y el de Vodafone con Orange para la fibra óptica.
Eso ha permitido abaratar los costes de instalación de ese servicio en cada hogar. A Jazztel, por ejemplo, pasar cada hogar le supone un desembolso de 155 euros, por debajo de los 220 por hogar que estimaban los analistas de JB Capital Markets. Pero se antoja insuficiente. «Con menos jugadores se reducen los costes totales del sistema, y el mercado se normaliza en cuanto a competencia y precios. Se genera un mercado más eficiente», señala Baena. Así, parece evidente que a esa consolidación en redes le sucederá una concentración societaria.
El proceso cuenta además con el apoyo de las autoridades comunitarias. La regulación de la Comisión Europea se había centrado hasta ahora en fomentar la competencia y buscar una reducción de tarifas para paliar los efectos de los antiguos monopolios —Telefónica, France Télécom, Telecom Italia, Deutsche Telekom, KPN—. Ahora su prioridad es que los operadores inviertan en nuevas redes, y para ello está dispuesta a admitir incluso fusiones transfronterizas. Y es que Bruselas se ha dado cuenta de que el sector de telecomunicaciones del Viejo Continente pierde competitividad respecto a Estados Unidos y China, donde a nivel nacional solo operan unas cuatro «telecos». «A Europa», dice un alto directivo de una operadora, «le falta escala», augurando fusiones tanto entre compañías como de redes.