La gran tienda de nuestras vidas
Pude saludar a Isidoro Álvarez en alguna ocasión, pero he oído hablar de él desde que tengo uso de razón. Mi padre, ahora jubilado, ha pasado más de 45 años, la mayor parte de su vida, trabajando en El Corte Inglés, donde entró como vendedor y acabó siendo director de uno de sus grandes centros. Nos fuimos a vivir a Las Palmas cuando El Corte Inglés abrió allí sus puertas y el trabajo de mi padre nos llevó luego a Vigo y de vuelta a Madrid. Mi vida familiar ha estado marcada por las decisiones de Isidoro y por las de su tío, al que en mi casa siempre se le llamó Don Ramón. Aunque, de forma excepcional, escribo esto en primera persona, la historia de El Corte Inglés ha sido también, en alguna medida, la historia de España en estas últimas décadas.
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