La productividad del trabajador del conocimiento: máximo desafío
La aportación más importante y, a la hora de la verdad, la única realmente singular de la gestión en el siglo XX ha sido multiplicar por cincuenta la productividad del trabajador manual en la fabricación. La aportación más importante que tendrá que hacer la gestión en el siglo XXI será conseguir un aumento parecido de la productividad del trabajo del conocimiento y de los trabajadores del conocimiento.
De nuevo nos brinda El Boletín Electrónico de la CEDE un artículo que nos sorprende por su rico contenido con línea directa a nuestras cuentas de resultados, éste escrito por Peter F. Drucker y publicado por Ediciones Deusto–En primer lugar, debemos echar un vistazo al momento en el que nos encontramos. Hace sólo poco más de cien años que por primera vez una persona culta miró el trabajo manual y a los trabajadores manuales y después empezó a analizarlos. El poeta griego Hesíodo (siglo VIII antes de Cristo) y el poeta romano Virgilio (700 años después) cantaron al trabajo de los granjeros. Sus poemas siguen estando entre los más bellos jamás escritos en lengua alguna, pero ni el trabajo sobre el que cantaban ni sus granjeros guardaban el más mínimo parecido con la realidad, ni se suponía que debían parecerse: ni Hesíodo ni Virgilio tuvieron nunca en sus manos una hoz, nunca guardaron un rebaño de ovejas y ni siquiera examinaron a las personas que hacían alguna de estas cosas. Cuando Karl Marx, 1.900 años después de Virgilio, se puso a escribir sobre el trabajo manual y los trabajadores manuales, tampoco los había examinado antes, ni había tocado jamás una máquina. El primer hombre que hizo ambas cosas es decir, trabajar como trabajador
manual y después estudiar el trabajo manual fue Frederick Winslow Taylor (1856-1915).
A lo largo de la historia, se han producido incesantes avances en lo que actualmente denominamos “productividad” (término que apenas tiene cincuenta años). Fueron el resultado de nuevas herramientas, nuevos métodos y nuevas tecnologías; fueron avances en lo que los economistas denominan “capital”. Durante todos esos años se produjeron pocos adelantos en lo que los economistas llaman “trabajo”, es decir, en la productividad del trabajador. A lo largo de la historia ha sido axiomático que los trabajadores únicamente podían producir más si se esforzaban más o si trabajaban más tiempo. Los economistas del siglo XIX discrepaban sobre la mayoría de las cosas, como les ocurre a los economistas actuales; no obstante, todos estaban de acuerdo desde David Ricardo hasta Karl Marx en que hay una gran diferencia de técnica entre los trabajadores, pero que no hay diferencia alguna en lo que respecta a la productividad, salvo la existente entre los trabajadores esforzados y los perezosos o entre los trabajadores físicamente fuertes y los débiles.
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