Así será la Misión que intentará revivir el campo
“En el campo colombiano ya no queremos más diagnósticos, sino propuestas”. Con esa convicción, el exministro de Agricultura y Hacienda José Antonio Ocampo inicia la Misión Rural que creó el Gobierno a través de Planeación Nacional, y que se lanzó esta semana en Bogotá.
Su tarea es recomponer un mapa en el que el 95 por ciento del territorio es rural, y donde el 80 por ciento de la tierra está en manos del 14 por ciento de los propietarios. Mientras la clase media del país se duplicó en una década hasta alcanzar a cerca del 30 por ciento de la población, en el campo es solo del 6 por ciento; cinco veces menor. Allí, la mitad de los hogares viven en la pobreza, y los pobres extremos son 3,4 veces más pobres que los de las urbes.
En ese contexto, el sector agropecuario es uno de los motores del empleo, aunque genera los ingresos más bajos en comparación con otros sectores. Sobre esas bases, Ocampo mostró las cartas con las que jugará para transformar el campo, insumo para las negociaciones del proceso de paz.
El trabajo será sobre el sector rural, no sobre la agricultura. Por lo tanto, incluye todas las dimensiones del desarrollo, las sociales, las económicas, las agropecuarias, las no agropecuarias, las que tienen que ver con el acceso a infraestructura, principalmente vías terciarias. La Misión tendrá una visión integral, que abarcará hasta la institucionalidad, parte importante de los problemas del campo.
¿Habrá por fin una reforma agraria agresiva?
Este tema será de discusión, por la importancia que tiene en el proceso de paz. Vamos a dedicarles atención al acceso a la tierra y a los complejísimos problemas que hay alrededor de la tierra, que no son solo de concentración, sino del desorden que hay en titulación.
¿Qué propondría para que la gente vuelva al campo después del paramilitarismo y el narcotráfico?
La Ley de Víctimas y Restitución de Tierras –con sus dificultades– es meritoria, y ya está en ejecución. La Misión va a hacer planteamientos de largo plazo, a 20 años.
A su juicio, ¿qué ha impedido rescatar el campo del rezago?
Colombia ha tenido éxito en materia rural. Lo que pasa es que ha sido un éxito muy desigual en términos de regiones y de sectores sociales beneficiados. Por ejemplo, la caficultura, que ha tenido dificultades en épocas recientes, ha sido la actividad agropecuaria por excelencia de Colombia. También se puede hablar de azúcar, flores, banano, o de la palma aceitera. El rezago no está en toda la geografía rural, sino que a veces los beneficios están concentrados.
¿Cómo abordar la desigualdad social entre campo y ciudad?
En la última década ha habido reducción de la pobreza en Colombia, pero mucho más marcada en las zonas urbanas que en las rurales. La brecha rural-urbana se ha ampliado. En materia de ingresos sucede lo mismo; las oportunidades laborales son más limitadas para los pobladores del campo. También lo son el acceso a educación, salud, protección social y servicios públicos como el agua potable. Urge crear oportunidades laborales asociadas a unas mejores condiciones sociales.
¿Cuál será la ruta que se seguirá para volver el campo productivo y competitivo?
Tendremos que potenciar las oportunidades productivas. Igual de importante es la diversificación de las actividades no agropecuarias, que es una tendencia universal pero ha sido débil en Colombia. Eso tiene que ver con ciencia y tecnología, o el sistema nacional de innovación agropecuaria, donde hay un gran rezago. Este será un gran desafío.
Allí juegan también las vías, sin las cuales se encarece la salida de productos agrícolas.
Esa tarea la iban a asumir con mayor dinamismo los departamentos con la descentralización, pero eso no se ha dado. El rezago en infraestructura es brutal y ha sido la debilidad de la agricultura en la apertura económica. El desafío en productividad y competitividad depende en gran medida del sistema de ciencia y tecnología, pero también de las vías terciarias, esenciales para la agricultura, y hay un déficit no subsanado. Para la competitividad habrá que estudiar con calma las negociaciones comerciales; pueden haber afectado algunos sectores. Y muy importante, el papel de la política macro, porque uno de los grandes problemas que ha tenido el agro, al igual que la industria, ha sido la revaluación del peso durante varios años, lo que no se ha corregido suficientemente.
¿Qué hacer para frenar la migración del campo?
Es cierto que hay un problema de migración hacia las zonas urbanas. Esto es anterior e independiente del conflicto armado, pero este, desde la época de la violencia clásica, ha desplazado mucha más población hacia las ciudades de la que corresponde. El censo agropecuario va a ser clave para identificar muchos problemas. Hay otros que ya están claros, como el que menciona: el fenómeno interdemográfico, que confirma que la tendencia de las estructuras de los hogares del campo son abuelos con niños. La gente adulta productiva migra. No es algo único en Colombia. Los pueblos rurales son de viejos. Eso requiere pensar cómo se va a manejar el tema hacia adelante.
¿Qué se puede esperar del sector después de la Misión?
Veo la Misión como una iniciativa del Gobierno articulada al proceso de paz. Este objetivo pasa irremediablemente por el campo. Vamos a proponer políticas de largo plazo, a hacer cambios institucionales; las regiones tienen que tener un papel destacado. Todo debe estar orientado a políticas de Estado, más que de gobierno.
Finalmente, si como esperamos se firma el proceso de paz, a muchas de las reformas para el sector rural habrá que meterles el acelerador.