El desafío del directivo global y las cinco dimensiones interculturales clave
¿Están los directivos de su organización preparados para trabajar globalmente? ¿Rendimiento probado, conocimiento de idiomas y experiencia internacional son competencias suficientes para evitar conflictos interculturales? ¿Están capacitados para liderar en el actual contexto internacional?
Escriben Daniel Aguado Oceja, Socio director de Wilson Learning España, y Michael Leimbach en el Boletín Electrónico de CEDE–Según una encuesta realizada por McKinsey a los máximos directivos de las empresas del Fortune Global 500, las estrategias más efectivas para incrementar el crecimiento en nuevos mercados son: la creación y consolidación de una marca, producto o servicio con presencia local, el desarrollo de alianzas y joint ventures con empresas locales, y la contratación
de talento de los mercados emergentes. “Nos guste o no”, según Michael Levine, director ejecutivo de Educación de Asia Society, “el conocimiento de las
principales culturas que influyen globalmente […] ya no es un lujo, es una necesidad”. Las conclusiones de la encuesta realizada por la consultora estratégica son contundentes: para crecer y prosperar en una economía global, se requiere que los directivos de su organización sean capaces de cimentar fuertes relaciones profesionales o de negocios con personas de
diferentes culturas. Se necesitan conocimientos y habilidades nuevas, se requiere conciencia global. Conciencia global es la comprensión conceptual que emana del conocimiento aplicable de las perspectivas global y cultural. La comprensión de los conceptos que impactan en el mundo abarca las relaciones ambientales, sociales, culturales, políticas y económicas, pero no se limita a ellas.
Expansion internacional de las empresas españolas
El boom de la internacionalización de las empresas españolas se produce en los años noventa a través de la expansión y la adquisición de empresas en el exterior –especialmente en Latinoamérica–, en un inicio aprovechando los procesos de privatización
de las empresas estatales de telecomunicaciones y servicios básicos (agua, electricidad, etc.); continuando con la compra de entidades financieras y, posteriormente, aprovechando el déficit de infraestructuras mediante la realización de grandes inversiones a través del sector privado.
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