Me parece una buena iniciativa, responde a una demanda y una necesidad social que permite reorientar y actualizar la función de un tributo, que estaba desfasada. En este sentido se premia el esfuerzo de las compañías que han destinado recursos a desarrollar tecnologías y motores menos contaminantes; un esfuerzo orientado al beneficio social y colectivo, que repercute en el precio del vehículo. Este cambio en la tributación permite compensarlo mediante precios más competitivos y atractivos. En nuestro caso, la medida nos beneficia, pero no es casual, llevamos muchos años preocupados por el desarrollo de tecnologías y motores eficientes que reduzcan el consumo y las emisiones.

Honda ha desarrollado una política de exigencia de altas cuotas de sostenibilidad en todos los procesos; desde el diseño y desarrollo de producto, a la producción, la logística, el compromiso de los proveedores, etc. En mayo de 2006, Honda anunció sus nuevos objetivos globales de reducción de CO2 de 2010, por que los objetivos que años antes se había planteado para esa fecha ya se habían alcanzado o estaban próximos a cumplirse.

Obviamente, la sostenibilidad en el sentido más amplio. Tanto por la presión que supondrá una legislación más exigente como por la que va a ejercer el consumidor, demandando vehículos más verdes y eficientes. Esta sostenibilidad se ha de entender no solo referida al producto sino que se debe extender a toda la actividad empresarial, desde la producción al último concesionario.