A Li Shufu (Taizhou, 1963) le gusta dar sorpresas. De esas que dejan con la boca abierta. La última, a finales del mes pasado, sacudió al sector de la automoción: durante un año, Li diseñó una compleja estrategia de inversión para sortear el veto inicial y convertirse en el mayor accionista del grupo alemán Daimler, matriz de Mercedes-Benz. Los 9.000 millones de dólares que le ha costado hacerse con el 9,69% de la empresa suponen más la mitad de la fortuna que le atribuyen Forbes (17.100 millones) o NetWorth (15.850 millones), pero este milmillonario al que le gusta pasar desapercibido en el resto de los ámbitos de su vida nunca ha escatimado recursos para hacer realidad sus sueños.
Pertenece Li Shufu a esa apasionante estirpe de empresarios chinos que se han hecho a sí mismos desde cero. Es de esos que, después de haber sufrido durante la niñez el calvario de la Revolución Cultural de Mao Zedong, se apresuraron a explotar las oportunidades que les brindó Deng Xiaoping con la apertura al exterior y la sustitución del comunismo maoísta por el pragmático ‘socialismo con características chinas’. "Vivíamos en una granja y, hasta entonces, ni siquiera podíamos comprar juguetes. Hacía mis coches con arena. Éramos envidiosos", reconoció en una entrevista con la edición asiática de Forbes.
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