La IA no va a pagar los impuestos de tu empresa, pero puede ayudarte a gestionarlos
Los fiscalistas y especialistas en cumplimiento tributario (en inglés, tax compliance) llevan años sabiendo que la tecnología, antes o después, va a acabar formando parte de su trabajo. Según el informe Future of the Tax Function, elaborado por PwC, más de dos tercios (69%) de los responsables fiscales creen que, en dos o tres años, requerirán un mayor uso de la tecnología para su trabajo.
Casi la misma proporción (63%) considera que se necesitará una mayor capacitación del personal, mientras que el 57% se muestra convencido, en definitiva, de que habrá un aumento en sus responsabilidades de cumplimiento tributario.
El futuro del trabajo fiscal y tributario
De aquí a 2-3 años, ¿cómo cree que evolucionará su trabajo?
En este contexto, la inteligencia artificial se presenta como una herramienta tecnológica para este tipo de trabajos, ya que «sus ventajas en el ámbito fiscal son muy relevantes», afirma Emilio Rodríguez Blanco, socio de PwC Tax & Legal, inmerso en la preparación del EMEA NewLaw Summit 2025, el evento que los próximos 2 y 3 de abril abordará la inmersión tecnológica en el sector legal y fiscal español y cuyo plazo de inscripción permanece abierto.
Entre dichas ventajas, explica que la IA, «aplicada al cumplimiento fiscal, puede aportar un valor diferencial: reduciendo riesgos e identificando oportunidades mediante un mayor control y visibilidad de los datos, que permita tomar decisiones más informadas».
Desde PwC Tax & Legal, esta herramienta se aplica en diversos casos con sus clientes. «Cualquier empresa tiene una cantidad ingente de datos fiscales», cuenta Rodríguez Blanco, «y podemos lanzar preguntas a ese mar de datos, aplicándole una capa de inteligencia artificial generativa, para extraer de la información contable los atributos fiscales más ajustados a lo que se necesita: cuál es la provisión por insolvencias, si hay Administraciones Públicas en esa provisión… Al pasar esos datos a los estados financieros, podemos ver cuáles tienen trascendencia tributaria». Eso sí, «para eso se necesita que los datos estén estructurados, bien definidos y sean accesibles».
Una vez que los datos están depurados, «imaginemos una sociedad que presenta gran cantidad de declaraciones. A la IA se le puede preguntar sobre la coherencia de datos cruzados de interés tributario: gastos de coches de empresa, imputación en IRPF, tratamiento en IVA, deducibilidad en el Impuesto sobre Sociedades, etc.». El experto añade, además, que estas ventajas son multidisciplinares, ya que «ayudan a la dirección fiscal, pero también a la dirección financiera y a otras áreas de la compañía como la de recursos humanos o al personal que se encarga de la labor comercial».
Existen muchos más casos de uso que permiten «anticiparse al futuro o tomar decisiones. La IA también puede ayudar a una compañía a la hora de contrastar decisiones como qué deducciones resulta más conveniente aplicar o el cumplimiento de requisitos para monetizar el I+D+i. También es muy útil a la hora de presentar datos de naturaleza fiscal a inversores«, haciendo, además, que «los equipos de la función fiscal recurran a la tecnología para enriquecer el resultado de su trabajo, y generen más valor», insiste Rodríguez Blanco.
Asimismo, la firma se ha encontrado con casos en los que ha ayudado a empresas estratégicas a la hora de asumir sus obligaciones tributarias. «Las compañías de suministro con presencia en gran cantidad de municipios tienen la obligación de gestionar multitud de obligaciones y tributos locales«. En estos casos, la IA les ayuda para «gestionar de manera centralizada esos impuestos y categorizarlos. Es un proceso masivo de revisión y lectura que permite clasificar cada tributo (IBI, impuesto sobre actividades económicas, tasas…) y asignarlo al destinatario correcto».
En muchas ocasiones, las tareas relacionadas con la fiscalidad tienen que ver no solo con el pago de impuestos, sino también con la necesidad de atender ciertos requerimientos de coordinación y gestión centralizada. «Si una compañía tiene presencia en multitud de jurisdicciones», añade Rodríguez Blanco, «debe tener claro cuál es su carga tributaria global, individualizada por país, concepto tributario, cuantía, así como los requerimientos recibidos, y procedimientos abiertos por tributo y período; mediante el uso de la IA puede clasificarla adecuadamente y, de este modo, disponer de un gobierno fiscal mucho más preciso, identificar patrones, establecer alertas, y minorar los riesgos, etc.».
Se trata, en definitiva, de que el trabajo fiscal de las empresas reciba una ayuda tecnológica que redunde en sus resultados. Y es que «la IA puede dar mucho apoyo a toda la cadena de valor del negocio de la empresa. Con una información más enriquecida, un análisis técnico más amplio y un tratamiento que, si se hiciera de manera física, sería mucho más complejo», concluye.