MicroStrategy, la empresa que desató el estallido de las puntocom, vuelve a la zona de sospecha en el aniversario de la tragedia
Hace 25 años, la empresa que es ahora conocida por ser la que tiene más bitcoins del mundo, saltó a la fama por detonar la burbuja de las puntocom. MicroStrategy se llama ahora Strategy y, aunque se haya cambiado el nombre recientemente, ha conservado a lo largo de los años su seña de identidad: es un foco de riesgo extremo. La compañía vende software desde el siglo pasado y ahora, además, acumula bitcoins por encima de sus posibilidades. El pufo en sus cuentas en los años 2000 consiguió acabar pinchando la burbuja de las puntocom y, en el aniversario de dicha tragedia, su balance sigue siendo muy sospechoso.
Justo en marzo del año 2000, ya se estaba caldeando el ambiente en Wall Street y la publicación especializada Barron’s había publicado un artículo el 20 de marzo adelantando que decenas de compañías se iban a quedar sin efectivo en los próximos meses.
El motivo era el mismo que acabaría llevándose por delante a Enron un año después, en la que sería la mayor quiebra de EEUU hasta el momento: cómo valorar los contratos a largo plazo. En teoría, las empresas tenían que registrar los ingresos por contratos de servicios a empresas cada mes, según sus clientes pagaran la factura mensual. Pero las firmas tecnológicas, como MicroStrategy o la mencionada Enron, así como una enorme lista de otras que acabaron igualmente arrasadas, habían descubierto una forma de ‘comerse una y contar 20’: la valoración a precios de mercado, o ‘mark to market’.
Con este mecanismo, las empresas podían valorar un contrato de 1.000 dólares mensuales durante 5 años por los 60.000 dólares totales que ingresarían una vez concluyera, y anotarse esos 60.000 dólares de golpe en las cuentas en vez de tener que ir anotando cada ingreso de 1.000 dólares cuando los cobraran mes a mes. Una técnica que permitía hinchar los resultados con dinero que, en realidad, no existía aún, y que, en el mejor de los casos, no se vería hasta dentro de años.
El resultado es que, como advertía Barron’s, muchas empresas que aseguraban estar nadando en piscinas de efectivo en realidad no tenían dinero: los billetes que decían tener en el banco eran meros pagarés con fechas futuras y un riesgo real de acabar en nada si algún imprevisto ocurriera entre medias. Y MicroStrategy fue la primera en presentar unas cuentas que reconocían la realidad.
Así, el mismo día en el que el artículo llegó a los kioscos, comenzó la sangría. El 20 de marzo, MicroStrategy comunicó al regulador, a la Comisión de Bolsa y Valores de EEUU (la SEC, por sus siglas en inglés), que sus cuentas estaban mal y que estaba revisándolas. Un año antes había presentado unos ingresos de 205 millones de dólares, pero ahora se daba cuenta que, esa cifra, en realidad, oscilaría los 150 y los 155 millones. En cuanto a los beneficios por acción, iba a pasar de los 0,15 dólares de ganancia a una pérdida de entre 0,43 y 0,51 dólares. La diferencia estaba en esos contratos a futuro que habían contado como ya cobrados al 100%, y que ahora reconocían que tardarían años en ingresarlos.
Entonces, el CEO y fundador de la compañía, Michael Saylor, intentó calmar los ánimos: «Nuestro modelo de negocio ha evolucionado muy rápido. Por eso, las relaciones contractuales que tenemos son complejas e incluyen licencias y servicios interrelacionados. Queremos asegurar a los inversores, socios y clientes que estamos trabajando duro para cumplir con las normas de contabilidad que siguen evolucionando en la industria del software», destacaba la compañía en la comunicación oficial a la SEC el 20 de marzo.
Las acciones de MicroStrategy, que habían pasado de 7 a 333 dólares, se desplomaron un 62%, hasta los 120 dólares, en un solo día. Y en los días siguientes llegó a hundirse hasta los 63 dólares, cayendo un 50% más. Para finales de mayo, la empresa luchaba por conservar los 20 dólares. Y para finales de año, languidecía por debajo de los 10.
A la SEC no le hizo ninguna gracia aquel cambio en las cuentas y abrió una investigación contra Saylor, su co-fundador y director operativo, Sanjeev Bansal, y el ex director financiero, Mark Lynch, por manipulación de cuentas. Los tres aceptaron cerrar la investigación pagando multas millonarias: Saylor tuvo que devolver 8,2 millones de dólares por haber cobrado beneficios indebidos, y los tres pagaron una multa conjunta de un millón.
La mecha de la bomba
Aquel estallido fue mucho más grave de lo que podía parecer. El día 21 de marzo, horas después de aquella sangría, la Reserva Federal subió los tipos 25 puntos básicos, hasta el 6%. Aquel movimiento provocó que la curva de rentabilidad de los tipos se invirtiera. Las acciones rebotaron, y el Nasdaq 100 cerró aquella semana con alzas. Pero la fiesta había terminado, y el lunes siguiente ya no quedaba gasolina en el depósito: aquel día empezó una cuesta abajo que le costó un derrumbe del 30% en un mes.
Han pasado 25 años, y sus acciones se mueven hoy en torno a aquellos 333 dólares, en un curioso homenaje histórico. Alguien que comprara acciones de la firma en lo más alto de aquella burbuja apenas habría recuperado hoy su dinero.
Y en otro eco histórico, en este aniversario de la burbuja de las puntocom las cuentas de Strategy son igual de preocupantes. La compañía sigue vendiendo software como entonces, pero ese negocio no es rentable, da pérdidas. Pese a ello, la firma compra miles de bitcoins con dinero que levanta del mercado, endeudándose. Según comunicó la firma a principios de enero, quiere recaudar 21.000 millones de dólares de capital y otros 21.000 millones en renta fija, y en ello está. Con ese dinero, no solo está comprando criptos, sino que también va a cubrir gastos corrientes. Esto es muy mala señal, ya que indica que no tiene dinero suficiente para cubrir las necesidades del día a día, como los sueldos de sus empleados.
Los planes de levantar fondos dejan claro que la compañía de Saylor no tiene ninguna intención de vender sus bitcoins, sino todo lo contrario, que pretende seguir comprando más. El problema es que esos activos no generan rendimiento de ningún tipo y solo se realiza la pérdida o la ganancia cuando se venden, algo que, de momento, no está en sus planes. Es decir, la compañía no va a obtener dinero de las ventas de software, pero tampoco de sus inversiones en bitcoin si no los vende, que es su intención.
De hecho, la semana pasada, la firma compró 6.911 bitcoins por 584 millones de dólares a un precio medio de 84.529 dólares. Solo el trimestre pasado, adquirió 195.250 bitcoins y, con sus últimas compras, su cantidad total debe rondar el medio millón de bitcoins, del total de los 19,8 millones minados hasta la fecha y los 21 millones de oferta total.
¿Temor en la industria?
Es evidente que la estrategia de Saylor es arriesgada, algo que reconocen varios directivos de la industria. Sin embargo, también hay quienes «cada vez están más preocupados». La presidenta de OKX, Hong Fang, la cuarta plataforma de intercambio de criptomonedas por volumen de trading, decía en una entrevista con elEconomista.es: «Lo respeto a él [Saylor] y a su compañía y lo que han hecho por promover el bitcoin. Pero la otra parte de mí cada vez está más preocupada por la cantidad de bitcoins que está acumulando su empresa, por el apalancamiento y por el papel que están jugando. Sin duda, el riesgo está creciendo. Pero la realidad es que esto es un mercado libre y no puedes evitar que la gente lo haga, si tienen los recursos y la voluntad de hacerlo. Además, lo están haciendo legalmente…», admitía.
Pero los movimientos que hace, además, utilizan instrumentos que conllevan un riesgo de crisis financiera. Sin ir más lejos, el mes pasado, la compañía emitió participaciones preferentes, un instrumento tristemente famoso en España por su utilización incorrecta durante la crisis de las cajas de ahorro de 2009. La firma está emitiendo deuda compleja para financiarse, y usando sus acciones para pagar esos préstamos, un mecanismo que también recuerda a la Enron de los tiempos de la burbuja.
Si el bitcoin pierde valor y la montaña de criptos que ha ido acumulando deja de tener un beneficio latente, o si sus acciones se hunden, la firma tendría un problema gigantesco a la hora de devolver esa montaña de deuda. Y probablemente la criptomoneda lo pagaría, porque la única forma de devolverla sería liquidando todos los bitcoins que acapara. Un tsunami de ventas que el mercado difícilmente podría digerir.