
Meter más dinero en el bolsillo de la gente y las empresas. Es lo que persiguen -y no siempre consiguen ni tienen garantizado- los bancos centrales. En cambio, es lo que consigue, y de forma mucho más directa, el petróleo con la persistente caída que está protagonizando desde junio de 2014. En un mundo necesitado de vitaminas para recomponer su salud económica, el abaratamiento de crudo se ha convertido en un auténtico regalo para reactivar el crecimiento.
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